
Renault reencarna el Alpine A110 55 años después
Renault ha vuelto a recuperar la firma Alpine con el mismo espíritu que nació esta marca en 1955 y como hizo por última vez a mediados de los 80. En la primavera de 2018 se comenzarán a entregar las unidades de la «Premier edition» del A110, nombre que evoca a la «berlinetta» que vio la luz en 1962, estuvo en el mercado diez años y se hizo célebre por su victoria en el Rally de Montecarlo del año 73 con Jean Claude Andruet al volante.
Solo 1955 unidades se van a producir de esta serie limitada -ya tienen dueño todas-, si bien mediado el año próximo se van a lanzar dos versiones más, Pure y Legend, cuyos precios oscilarán entre los 58.000 y los 63.000 euros, respectivamente como consecuencia de su equipamiento. Realizado sobre un chasis y carrocería de aluminio para sr fiel a la ligereza de su antecesor -solo pesa 1.080 kilos-, mantiene unos rasgos similares y el mismo concepto: motor central y propulsión a las ruedas traseras, como sus directos rivales: Porsche 718 Cayman, Alfa Romeo 4C y Lotus Elise. El propulsor es un cuatro cilindros turbo de 1,8 litros y 252 caballos de potencia, conectado a un cambio de doble embrague de siete relaciones que puede emplearse en modo automático o secuencial, mediante levas en el volante. Su magnífica relación peso/potencia, 4,28 kgs por caballo, le permiten acelerar de 0 a 100 en solo 4,5 segundos y alcanzar los 250 km/h.
La amortiguación no es adaptativa, pero el A110 ofrece tres modos de conducción seleccionables mediante un pulsador rojo ubicado en el brazo derecho del volante: Comfort, Sport y Track. El primero para una conducción relajada; el segundo incrementa la reactividad de acelerador y cambio, así como la acústica del motor y una actuación más retardada de los controles de tracción y estabilidad; en el tercero, estos últimos se desconectan y solo es aconsejable para uso en circuito cerrado.
Desde el punto de vista de la conducción es eficacísimo. El reparto de pesos entre ejes es casi al 50%, lo que hace que las reacciones sean muy neutras y sólo llevándolo muy al límite podremos lograr que el A110 deslice de las cuatro ruedas o permitirnos alguna derrapada controlada gracias a una dirección muy directa y de excelente tacto y sensibilidad. Por otro lado, es tan noble que hasta nos permite frenar en la entrada de las curvas para apurar al máximo la velocidad sin que haga un solo extraño. Quízas de las pocas cosas que menos me han saisfecho de este coche han sido el tacto del pedal de freno en su recorrido final, bastante duro, y detalles como que la llave sea la misma de un Clio o que el mando de control del equipo de audio sea el de los Mégane de la generación precedente a la actual. Eso y que los «buckets» deportivos no tengan ajuste de inclinación del respaldo. Todo se reduce a la regulación logitudinal y al reglaje en altura y profundidad del volante.